Influenciada por su querido amigo Francis de Asís, Clara vivió una vida de pobreza y piedad. En el año 1244, el emperador Federico II atacó las murallas del convento de Clara. Enferma en su cama, Clara sostuvo la Eucaristía en alto y oró. Los soldados huyeron milagrosamente, sin rival para la fe de esta humilde monja. Durante su enfermedad, Dios se quedó cerca de Clara, incluso proyectando Misa diaria en su pared para que pudiera participar desde su lecho de enfermo. Hoy los Pobres Clarisas son una comunidad querida conocida por su fe, simplicidad y alegría.
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